Eran miles, pero no unos pocos miles, sino muchos, muchísimos miles.
Era la primera vez que esa plaza estaba llena, la primera vez que era transitada por aquellas "cabecitas negras".
Era diecisiete de octubre y ya la primavera estaba entrada. Empezaban los primeros calores, esos que son sumamente agradables y no molestan ni agobian, pero la gran cantidad de personas que allí se encontraba acumulaban una cantidad impresionante de calor humano. Algunos dicen que en el centro de la plaza la sensación térmica ascendía hasta los cuarenta y cinco grados.
Vistos de enfrente, desde la ventana, que da al balcón, que da a la plaza, parecían un hormiguero, pero a diferencia de este, era muy difícil pisarlo con un zapato y hubieran causado terror a cualquiera que se interpusiera entre ellos y su objetivo.
En la oficina, que tenía la ventana, que daba al balcon, que daba a la plaza, un coronel pensaba mientras fumaba y bebía whisky.
- No puede ser que este tipo nos esté costando tanto.
- No se preocupe, Coronel, ya se les va a pasar, se van a aburrir.
- Mirá si se van a aburrir... Una puta secretaría le dimos nada más y este hijo de puta me mueve a todos estos negros.
- Podemos solucionarlo fácil, Coronel, mandamos al ejército y se acabó.
- ¿Pero que mierda tenés en la cabeza vos? llegamos a reprimir y de acá nos vamos en una funda, nos ponen el traje de madera.
En frente del despacho, un muchacho no podía soportar más el calor, hasta llegó a sentir que le bajaba un poco la presión. Esta situación lo llevó a tomar la decisión de, cual pato, meter las patas en la fuente, jamás imaginó que un fotógrafo se encontraba cerca para capturar aquella escena inédita en la plaza de la gente de bien, a nadie se le hubiera ocurrido cometer semejante barbaridad. Pero aquel día la gente de bien no tenía cabida en ese lugar, aquel día era la plaza del pueblo. Y esa foto sería todo un símbolo de lo vivido.
En otra parte de Buenos Aires, una dama sufría porque su caballero se encontraba preso en una isla, pensaba que ya nunca lo vería, pensaba que todo lo que él había logrado y avanzado iba a quedar en la nada, pensaba, pensaba y no quería pensar más, quería tener noticias de él.
- Jefe, está la plaza llena de gente pidiendo que lo repongan en el gobierno.
No hacían falta más palabras, en aquella redacción todos sabían de que se estaba hablando:
- No puede ser, no puede ser. Ese tipo no puede llenar la plaza.
- Si quiere le miento, pero la plaza está llena.
- No me tenés que mentir a mí, anda y mentí en la tapa de mañana.
La noche estaba cayendo y el Coronel seguía aferrado al whisky:
- No nos queda otra.
- No lo podemos largar ahora, vamos a quedar débiles.
- Ya estamos débiles, si no lo hacemos nos comen crudos. Hacé que lo vayan a buscar, esto no da para más.
Lo que viene después es historia sabida. El Líder saludando desde el balcón, la multitud satisfecha y otros detalles.
Este día lo recordamos, como el día que el pueblo le ganó al poder, apenas una batalla, y el que ningún medio pudo tapar el mayor movimiento de masas de la historia.